Manuel Rodríguez G.
Resulta lamentable que, tras tantos
años de aquella matanza indiscriminada, no únicamente unilateral, de la Guerra
Civil del 36 al 39, y en buena parte de la postguerra, ya con el bando vencido
y ya sí únicas víctimas asesinadas, represionadas, perseguidas, a fecha de hoy,
se tenga que seguir luchando por intentar identificar y enterrar con la
dignidad debida a tantos muertos desde el 36 hasta demasiados años después, en
caminos, olivares y cualquier zanja que enterrase y escondiese esos míseros y
vergonzosos asesinatos, esencialmente civiles:
Civiles en un gran porcentaje que
sólo buscaban vivir en paz y algo que llevarse a sus hambrientas bocas.
Civiles que, dada la precariedad de
la época, poco buscaban en la política.
Civiles que en esa maldita prórroga
obligada (los eternos años de postguerra) por las venganzas más siniestras y
sibilinas de lo más oscuro de determinados seres humanos, fueron asesinados por
viles denuncias falsas, odios, rencores y rumorologías sibilinas que los
acusaban de “rojos” para satisfacer los más bajos instintos de cobardes y
anónimos denunciantes.
Como suele suceder en demasiados
regímenes, la mayoría de la población civil alistada a la fuerza, fue obligada
a luchar y a matar; siendo la alternativa en demasiados casos el paredón
ejemplar: el fusilamiento atroz en caso de no seguir las consignas dadas a demasiados
pueriles soldados que en general no disponían, ni desde un bando ni desde otro,
una especial predisposición por la política del momento, en un sentido u otro.
Sencillamente eran obligados a ir al frente cual rebaño de borregos enjaulados
listos para ir al matadero; caso de mi padre que con tan sólo 17 años fue obligado
a ir al frente, donde recibió dos balazos en una de sus piernas. Por supuesto, se
desconoce si las balas al que él le obligaron a disparar dieron lugar a alguna
que otra víctima, incluso conocida. Sencillamente en Villafranca de los Barros las
fuerzas de Franco se hicieron con la localidad y la población en general asumió
su docilidad obligada por las armas y el miedo extremo. Era tal la obligación y
utilización de estos que no se disparaba contra la causa e ideología concretas,
sino contra quien estuviese enfrente, independientemente incluso de que tras la
zona divisoria estuviese tu hermano, familiar o amigo cercanos. Ocupar una zona
por los mandos militares era sinónimo de que gran parte de la población en esa zona
se debía a las órdenes militares. Cual decreto testicular, no había
elección: disparar al bando contrario o ser fusilado.
En ese aspecto, los vencidos
(régimen republicano democráticamente elegido) fueron las grandes víctimas de
este “genocidio fratricida”, que me temo, a día de hoy perdura. Incontables cadáveres
siguen enterrados en esos vergonzosos y anónimos parajes por toda nuestra
geografía. Indudablemente, es una losa que nos pesará, aunque tan sólo un único
cadáver siga sin ser debidamente identificado y enterrado. Personalmente, en
esos tres eternos años de odio y miedo irracionales de esa maldita guerra, me
parece indiferente que sean muertos del bando golpista como del republicano,
porque insisto, demasiadas víctimas civiles no tenían ni profesaban apología
política alguna, si acaso la del miedo. Simplemente eran utilizados por el bando
correspondiente.
En cualquier caso, tengo claro que esa
inmensa mayoría de civiles fueron aducidos y canalizados por los correspondientes
intereses de los bandos para matarse entre ellos. Nadie ganó, nadie venció. El
bando republicano legalmente establecido por supuesto fue el peor parado, el masacrado,
esencialmente tras el final de la primera guerra (36/39). La segunda guerra, la
más desequilibrada (del 39 en adelante hasta demasiados lustros después) fue una
guerra unilateral del mal denominado bando vencedor, de miedos, purgas, vendettas
y odios enfermizos y psicopatológicos, donde era sencillo dudar de la ideología
de cualquier persona para que se le abriesen expedientes y ser vigilados celosamente
con el fin de buscar un solo indicio (nada racionales) para ser detenido. Época
lúgubre donde resaltan demasiadas muertes por supuestos ataques cardiacos y similares de víctimas señaladas por
terceros revanchistas. Víctimas ya no sólo del bando republicano, sino de
cualquier ciudadano que fuese denunciado falsamente por supuestas oposiciones
al Régimen,
El bando golpista sin embargo
tampoco ganó. Las semillas y secuelas de esa miserable guerra han dado lugar a
que hoy día el rencor, odio e incluso revanchas sigan reproduciéndose por
doquier y sigan existiendo aún demasiados españolitos con un corazón helado por
una de esas dos Españas, como expresaba el poeta Antonio Machado en su poema “Españolito”;
curiosamente previsto y escrito no en esa época sino 20 años antes del golpe de
estado del 18 de julio del 36.
A día de hoy, y ya hablamos de un
siglo después de esas sabias, pero tristes palabras de Machado; aún no se ha
superado ni curado el odio republicano-franquista, rojo-azul, progre-facha. (Llámenle
ustedes como entiendan procedente).
Como comenzaba este escrito, resulta
lamentable esta matanza entre españoles, esencialmente civiles. Lamentable
también que, a día de hoy, sigan existiendo cientos y cientos de cadáveres
ocultados y diseminados por toda nuestra geografía nacional, a expensas de que
la ardua y dura tarea de muchos familiares logren identificar los restos de sus
allegados y ser enterrados com la dignidad y el duelo que se merecen.
Sin embargo, resulta también
lamentable lo que argumenta el exalcalde socialista Ropero en esta noticia de
mi localidad, Villafranca de los Barros:
Hay que recordar también la memoria
histórica “cercana”, sr. Ropero; no es prudente ni sincero capar parte de ella.
Al hilo de ello, recuerdo el pasado de Guillermo Fernández Vara en la
derecha del bando “vencedor”, con su amigo Hernández Mancha, para luego en
1978, afiliarse al partido Alianza Popular, cuyo fundador, Manuel Fraga
Iribarne, fue un destacado ministro franquista. Dicen que al galgo le viene de raza y es que
hay que recordar (parte de esa “memoria histórica”) el pasado franquista de la
familia Fernández y las contradicciones, incoherencias y amnesias de no pocos “nuevos
antifranquistas”; hoy día no pocos “rescatados por las filas progresistas” del
PSOE; criados en familias que apoyaron por activa o pasiva el régimen del
dictador. Memorias históricas, al menos en parte “olvidadizas”, polucionadas o
recortadas interesadamente a imagen y semejanza de determinados líderes
políticos. En definitiva, manipuladas.
Recordar que Julio Fernández
Santamaría, padre del actual presidente autonómico, Guillermo Fernández Vara, fue
nombrado por el ministro franquista respectivo, Abogado Fiscal de la Audiencia
Provincial de Badajoz en 1943, para posteriormente en 1946, ser designado Juez
de Primera Instancia en Almendralejo y luego en otras localidades. En 1956, por
Decreto de Franco fue promovido como Magistrado. En 1958, por Decreto, se le
asignó ser Magistrado de la Audiencia de Badajoz, llegando a ser el Presidente
de su sección Segunda en 1961. Más tarde sería Presidente de la Audiencia de
Córdoba, para ser nombrado posteriormente Magistrado del Tribunal Supremo. Un
carrerón, sin duda alguna, en la postguerra franquista. Poco acorde con
oposiciones al régimen franquista.
Consúltense, entre otros, los siguientes
enlaces relacionados:
También hay que recordar parte de la memoria histórica del hoy exalcalde Ramón Ropero, cuando estuvo afiliado a la Falange española. Poco coherente, parece pues lo que el exalcalde expresa entre otras cosas: “estos han existido siempre lo que pasa es que estaban dentro de otras siglas y ahora lo han hecho es salir...nosotros nos los hemos sacao”. Y yo me pregunto, sr. Ropero: ¿estos o vosotros? De Falange al PSOE: “Pura ética y coherencia” y yo chupándome el dedo.
Recordar también al hoy, exalcalde, que, a día de hoy, en este pueblo se sigue señalando con el dedo y se acosa y derriba a determinadas personas, usando como en los tiempos de esa guerra y postguerra vergonzosa, tóxicas propagandas goebbelianas a base de rumorología, bulos, descréditos y críticas envenenadas hacia ciudadanos incómodos; caso del que escribe. Por tanto, pocas cosas parecen haber cambiado, señor Ropero. Como diría Ismael Serrano, las hostias siguen cayendo, pero en lugar del guantazo físico, se usa el guantazo de descréditos, exclusión, acoso y derribo sobre quien “habla de más”.
Hay demasiados fraudes de la “Memoria histórica”, me temo. Demasiados recortes o censuras interesadas de esa vergonzosa guerra nuestra. Mi impresión es que hay demasiado político “OLVIDADIZO”, demasiado “AMNÉSICO SELECTIVO”, demasiado profesional que se sirve de la política, incluso renegando de su pasado con tal de conseguir resultados de dudosa ética; viviendo de ella, pero en modo alguno para ella.
Desgraciadamente no es un caso atípico, ni
singular, ni excepcional. Y lo peor: no aprendemos. ☹
Fuente vídeo:
Otros enlaces relacionados:
Nota:
Esta publicación se ha hecho hoy, 20 de
noviembre (Nada que ver con la muerte del dictador, hace ahora 44 años), debido
a que ayer mismo se retiró por parte de la redactora, un comentario mío de la
bitácora que el ayuntamiento de mi localidad posee, “El Eco de Barros”, tras
publicarse 20 horas antes, para luego ser retirado.
El motivo que la redactora aduce es el
siguiente:
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